Que pequeñas tenemos las manos y lo poco que podemos abarcar

por | 31 de agosto de 2011

Nos pasamos la vida haciendo preguntas. Desde pequeños asamos a nuestras madres y padres de todas las dudas que nos asolan. Y no sólo a ellos, a cualquiera que se nos acerque el tiempo suficiente como para que podamos desplegar todas nuestras dudas frente a él. Preguntas y respuestas que recorren nuestra infancia.

Mientras crecemos, a medida que lo hagamos, es probable que disminuyamos nuestra verborrea e insistamos menos en preguntar, más por vergüenza que por sabiduría adquirida. Y es que con la edad nos cuesta cada vez más reconocer todo lo que desconocemos.

A nada que nos paremos a pensar un poco descubriremos lo ignorante que somos, que lo que desconocemos supera de manera abrumadora a todo lo que sabemos.

Aquellos sabios del renacimiento, como Leonardo da Vinci, que eran capaces de instruirse en todas las artes posibles hace tiempo que desaparecieron. Y no porque la raza humana haya perdido, o disminuido, su capacidad para aprender sino más bien porque el posible conocimiento a adquirir ha aumentado de manera exponencial a una velocidad de vértigo.

Lo que se puede llegar a aprender ahora es mucho más de lo que podían hacer los pensadores del renacimiento o del posterior siglo XVIII, el llamado siglo de las luces. Sólo por poner dos ejemplos de épocas paradigmas de la cultura.

La velocidad es una de las características principales de nuestro tiempo. Ya lo vio con su ojo clínico Ortega y Gasset en su obra La rebelión de las masas. Y eso que casi todo estaba todavía por llegar. Si viviese ahora el filósofo español se sorprendería de lo atinado que estuvo con lo poco que sabía.

El transporte, internet… Toda la red de comunicaciones en general consigue que estemos más cerca los unos de los otros, que el acceso a todo sea más sencillo y rápido. Sin embargo, al dejarnos al alcance de la mano todo el conocimiento actual posible, nos aleja de ese saber absoluto de los sabios antiguos. Nos enseña, lo pequeña que tenemos las manos y lo poco que podemos abarcar.