La Gran Reserva: el Sotogrande del siglo XXI

por | 24 de noviembre de 2010

La Gran Reserva de Sotogrande es un proyecto para una realidad singular y diferente por varias razones, pero la primera es muy simple: no es una copia.

No se “inspira” en una actuación similar construida o publicada. Una propuesta de hábitat sin precedentes, perdurable en el tiempo para resolver las futuras necesidades y avances tecnológicos del siglo XXI con el que RWA reinventa el concepto de calidad de vida para Sotogrande.

La idea nace cuando RWA comprende la intención de Sotogrande SA de destinar una colina de 50 hectáreas, rodeada por campos de golf y excepcionales vistas de 360º, para desarrollar un entorno de máxima calidad y acordamos un contenido definido para el concepto “calidad”, devaluado por tantos malos ejemplos con pretensiones de serlo.

La Gran Reserva surge entonces como el resultado de estructurar un espacio natural especial, capaz de permitir la coexistencia de sensaciones contradictorias, como las aparentemente opuestas de: naturaleza-tecnología, accesibilidad control de flujos vehiculares/peatonales, libertad, seguridad, etc.

No se trata entonces de apuestas por alta o baja densidad, se trata de proyectos avanzados en los que conviven criterios de conservación de la naturaleza, el paisaje y el microclima, con avances tecnológicos que nos proyectan al futuro.

Es lo opuesto a las urbanizaciones controladas con vallas alambradas a ambos lados de una franja árida, emulando ejemplos históricos de Alemania, Austria o Polonia entre otros, tan negativos para la formación de las personas que en ellas nacen o deben crecer.

Este proyecto evoluciona y madura cuando logramos que la tecnología, la seguridad, el control de circulaciones y los principios de ahorro energético alcancen pleno desarrollo y eficiencia sin que se manifiesten evidentes y el diseño resuelve con afortunadas decisiones estos objetivos, con una adaptación fluida a la topografía y los desniveles de la colina.

Los accesos desde la carretera a Castellar, con un primer control compartido con el Club de Golf y otro exclusivo situado en el perímetro de La Gran Reserva, conectan con viales que no tienen trazas rectas, como en las urbanizaciones basadas en la ingeniería de la cuadricula.

En el interior de esta colina cada flujo está obligado a un recorrido sinuoso pero definido, la mayoría de los tramos terminan en “cul de sac”, para mayor exclusividad y seguridad y tendrán pavimentos diferenciados para facilitar la comprensión de su uso por los conductores de automóviles o buggies, jinetes y peatones.

Los automovilistas tendrán que circular a velocidad reducida por la irregularidad del trazado y no por abultamientos que atraviesan las calzadas, tan antipáticas para las personas, los frenos, los neumáticos y los amortiguadores, los peatones podrán circular protegidos de los automóviles por algo más que un bordillo y tendrán espacios de permanencia y de encuentro sin riesgos de accidentes.

Este entorno, con espacios fluidos y perspectivas cambiantes se complementa con equipamientos de escala humana, luminarias distintas a las estandarizadas, bancos en superficies sombreadas y especies de árboles seleccionados según sus fines y funciones, diferenciados además en los diversos viales, para evitar la homogeneidad que induce a paisajes mediocres.

Y en medio de este “estudiado” espacio natural, se proyecta crear sistemas de avanzada tecnología, con fibra óptica y cámaras ocultas para el control de accesos y la seguridad, una red Wimax de uso exclusivo, dimensionada para servicios de esa comunidad, acceder a internet o enviar correos electrónicos desde un banco de un vial cualquiera.

Los aspectos deportivos están en el proyecto desde el primer esquema, porque es impensable un desarrollo que ignore la trascendencia de Sotogrande para el golf y la hípica y se evidencian en el diseño intrínseco de los viales, con sendas diferenciadas para animales y buggies y recorridos definidos para estos últimos, que permitirán circular desde cada vivienda hasta cualquier hoyo del campo de golf, como si se tratara de un buggie alquilado en la Casa Club situada enfrente.

Es una actuación destinada a quienes, más allá del poder adquisitivo que tengan, comprendan y avalen los nuevos valores que debe tener el hábitat humano, aun cuando se trate de residencias no urbanas.