Historia de la peluqueria y Academias de peluqueria

por | 16 de noviembre de 2010

La referencia más antigua que se tiene sobre la existencia de cuidados cosméticos en el pelo nos remite a Egipto, donde se empezaron a realizar los cambios más significativos en cuanto a la cosmética capilar.

En esa nación tan grandiosa culturalmente, el pueblo se pelaba la cabeza, aunque no así los sacerdotes y los miembros de la elite gobernante, que se dedicaba a cuidar su cabello jugando con diferentes peinados y tonalidades. Un otro gran aporte de los egipcios fue en cuanto a la coloración, ya que descubrieron la utilidad de la henna, que les permitió obtener colores rojizos y caobas.

El maravilloso desarrollo griego que hasta el presente nos resulta asombroso también abarcó el cuidado personal. Los griegos hicieron del culto a la belleza algo fundamental: así cultivaban su cuerpo en búsqueda de un ideal físico, y también su rostro y pelo. Los peinados tenían muchos detalles, de los que tenemos referencia gracias a las estatuas, que nos muestran mechones cortos que rodeaban la frente, o melenas largas recogidas y mucho, pero mucho, movimiento expresado a través de la ondulación del pelo. Por primera vez, aparecen las escuelas de peluquería.

La tierra de Rómulo y Remo fue heredera directa de los gustos griegos. Así fue que también adoptó el concepto de la belleza física y, por ende, la preocupación por ver cómo lucían sus cabellos. Un impacto para las mujeres romanas ocurrió cuando vieron a las cautivas que trajo Julio César de las Galias, quienes lucían unos hermosos cabellos rubios, a los que quisieron imitar. De todas maneras, se pueden agrupar los más habituales como el cabello rodeando la cabeza, la melena con rulos y el cabello recogido y trenzado. Sin embargo, ya se practicaba la peluquería en forma permanente, surgiendo especialidades según qué se realizara: peinado, color, postizos, etc.

En la Edad Media (desde el siglo V hasta el siglo XV) triunfa el Cristianismo y la suya austeridad.

Poco avanzó durante la Edad Media lo que sería, luego, la poderosa industria de la belleza. Como la actitud era muy recatada, las mujeres se limitaban a usar sus cabellos con una sencilla raya al medio, y con trenzas que rodeaban sus cabezas. No se buscaba demasiado el cambio en el color del pelo porque no era muy bien visto.

En el Renacimiento (desde el siglo XV hasta el siglo XVIII), las cabelleras femeninas comienzan a ser el centro de la creatividad de los peluqueros que “juegan” con ella con peinados mucho más sofisticados y numerosos accesorios: redecillas, coronas, trenzas postizas, joyas entrelazadas. También, la cosmética facial toma un impulso importante, y son numerosas las cremas y los ungüentos, muchos de los cuales son traídos de países lejanos.

Por primera vez, se puede hablar de una moda bastante extendida por Europa, y que es impuesta por las venecianas: el gusto por el pelo rojo, se extiende sorprendentemente fuera de Italia. mismos.

En los Siglos XVII y XVIII, París es la ciudad que se convierte en el centro de todas los gustos y estilos de belleza que se imponen en el resto del mundo. Las exigencias de los hombres y mujeres franceses son tan grandes con sus peinados que es en esta época cuando el arte de la peluquería adquiere un gran impulso.

Se imponen las famosas pelucas blancas, que iban acompañadas de accesorios complicadísimos que incluían hasta maquetas, difíciles de transportar a la hora de trasladarse de un lugar a otro. Con una mezcla de talco y almidón, estas pelucas se empolvaban para que lucieran lo más blancas posibles, y para enrularlas, los peluqueros enrollaban sus mechas en cilindros que calentaban en hornos de panadería. Así nace la permanente en caliente.

En el Siglo XIX. surge algo que conmocionará, también, a la peluquería y es el agua oxigenada (1867), mucho menos agresiva de lo que se venía usando desde los antiguos griegos. Los peluqueros incrementan las visitas a domicilio, como forma de trabajo.

El Siglo XX, es un siglo que podríamos clasificar como muy cambiante, pero que está unido por algo: el nacimiento definitivo de la moda. En este siglo nacen, definitivamente, los salones. En los primeros años, el pelo a lo garçón para la mujer fue una gran característica, y esto se debió a que ella necesitaba estar cómoda, peinarse rápidamente, ya que, gracias a la revolución industrial, la mujer se había incorporado al mercado del trabajo, y no tenía tanto tiempo para el arreglo personal.

Luego, el pelo creció un poco, con ondas hermosas, rulos profundos o cabelleras lacias, para las mujeres, según el gusto. En el caso de los hombres ocurre una cosa muy novedosa: después de haber sufrido dos guerras mundiales en las que el estilo militar impuso la forma de cortarse el pelo a la “media americana” (estilo soldado), se encuentra que en los años 60 y 70, con el surgimiento de los Beatles y los hippies, logran liberarse de los cortes rígidos y dejan crecer su cabellera hasta obtener largos antes impensados en ellos. Y sobre todo nacen las Academias peluqueria.

Ahora, en el siglo XXI, ya no se habla de moda sino de tendencia, es decir, que se intenta sugerir más que imponer. Y que la gente tiene la libertad de elegir el color, la textura, el largo que más le plazca, ya sea hombre como mujer.

La imagen personal es un valor añadido y en alza. Nuestra imagen exterior debe reflejar las cualidades que queremos proyectar o vender a los demás. Los primeros 20 ó 30 segundos de sociabilidad al momento de conocer a una persona fijan una imagen que influye en toda opinión posterior que tengamos sobre ella. Esta primera huella puede corroborarse o no, pero suele depositarse mucha fe en ella, y en la mayoría de los casos es muy difícil de modificar. Una mujer actual sabe que trabajar su imagen personal y profesional es algo indispensable en el mundo de hoy. Toda mujer debe proyectar una atractiva imagen integral. No olvidemos que tener una imagen interna de éxito personal y autorrealización, nos va influir para atraer lo mismo del exterior. Un Salón de Peluquería no solamente debe peinar, la estilista además, debe saber conjugar la proyección de una imagen que otorgue carácter único con la pátina de valores personales del cliente.

Un buen corte de pelo, es sinónimo de libertad. Hoy día cada mujer puede encontrar un corte de pelo que se amolde como un guante a sus facciones, su estilo y forma de vida. Anímate y corta Evite los cabellos largos y pegados a la cara, ya que alargan las facciones y acentúan las bolsas de los ojos, más aún si se posee un óvalo delgado. Lo más habitual es optar por cortes suaves, escalonados y con movimiento, en algunos casos un corte de pelo asimétrico acentuará o será capaz de mantener ese equilibrio requerido, dependiendo del tipo de rostro. Pero lo más usual es buscar ese toque de suavidad, dulzura y juventud en las facciones.