Como es sabido, es vital que los niños tengan una nutrición adecuada para que su potencial de desarrollo sea óptimo. Durante la infancia, los hábitos dietéticos pueden marcar diferencias entre una vida sana y el riesgo de padecer posibles enfermedades en años posteriores.
Entre otras cosas, durante el primer año de vida, hay que tener en cuenta la cantidad de hierro que la dieta le aporta al bebé. A lo largo de la infancia, es muy común la aparición de la anemia ferropénica y para prevenirla, suelen utilizarse preparados o cereales enriquecidos con este mineral, así como el consumo de carnes trituradas.
Los síntomas más comunes que provoca la anemia ferropénica en el niño suelen ser el cansancio, la fatiga, la debilidad, irritabilidad, palidez, anorexia o falta de apetito, nauseas, diarrea, úlceras bucales, pérdida de cabello, etc.
Una de las principales causas de la aparición de anemia es la temprana introducción de la leche de vaca. Los bebés, al nacer, adquieren el hierro necesario a través de la leche de su madre. Este aporte se mantiene hasta los seis meses aproximadamente. Por su parte, la leche de vaca no contiene la suficiente cantidad de hierro, por lo que en el caso de que esta sea administrada antes de los 12 meses, el bebé acusará una carencia de este mineral, esencial para su correcto crecimiento y desarrollo. Además, la leche de vaca puede irritar el intestino del bebé por su peor absorción. Por este motivo, al pasar a la alimentación complementaria, es posible que requieran de suplementos o fórmulas infantiles enriquecidas en este mineral.
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