Entra una nueva fuerza en el conflicto entre la religión y la ciencia.

por | 6 de octubre de 2010

El conflicto entre la religión y la ciencia es tan viejo como el tiempo mismo, y aun en nuestra sociedad moderna dominada por la búsqueda de la tolerancia y la progresión, la batalla sigue sin tregua, y aun complicándose con el reciente crecimiento de la popularidad de otro fenómeno antiguo: la superstición. El escepticismo domina la mente occidental, y hoy en día criticar a la religión o a la ciencia es una actividad extendida, que suele darse con un respeto y tolerancia que no diminuyen la ferocidad de su intento. Pero si se critica uno, no quiere decir que uno está a favor del otro. Desilusionado por la ferocidad de la guerra entre la ciencia y la fe, un número creciente de personas opta por una tercera opción: la superstición, relacionada con la fe y con algunas raíces no muy bien definidas en la ciencia. La famosa sentencia de Einstein ´ la ciencia sin religión está coja y la religión sin ciencia es ciega´ ahora tiene una nueva interpretación, que la ciencia sin religión es superstición, y la religión sin ciencia también.
Aunque el número de practicantes disminuye, cada mañana millones de personas consultan su horóscopo con avidez, no poniendo su fe ni en Dios, ni en la razón científica que niega la veracidad de los signos del zodíaco, sino en la superstición. Tarots y la consulta de tarotistas online son cada vez más populares, y gozan de una nueva cohorte de fans jóvenes. En un mundo inseguro, plagado de conflictos armados y problemas económicos, la superstición sacia el deseo de certidumbre, porque como la fe no se puede desmentir, y como algunas ideas científicas está basado en reglas, aunque sean abiertos a toda una gama de interpretaciones. El tarot por ejemplo, es una mezcla de creencia irracional en el poder de las cartas y unas reglas no muy bien definidas, que regulan la interpretación de la lectura de las cartas. Practicado, a veces de manera inconsciente, tanto por los ateos como los creyentes, el culto a la superstición nos sigue en cada camino que comenzamos con el pie derecho, en nuestra aversión al gato negro que nos cruza por delante, y cada vez que tocamos madera. Para algunos nos distrae de la razón científica, para otros es una herejía, pero digan lo que digan, para una vasta minoría de aficionados es una respuesta antigua al problema de la inseguridad moderna.