Con buen hombre no hay mal comer: hombres jóvenes andaluces en las cocinas Sevilla.

por | 19 de octubre de 2010

Con buen hombre no hay mal comer: hombres jóvenes andaluces en las cocinas Sevilla.

Ya hemos dado vuelta a la tortilla del machismo: cocinar, el papel tradicional de la mujer, se practica cada vez más por los hombres jóvenes andaluces. Aunque casi la mitad de los hombres andaluces creen que la mujer debe dedicarse a las tareas domésticas, el porcentaje cae hasta un 22% cuando se trata de hombres jóvenes. Pero ¿qué significa este cambio social? ¿Es significativo, o sólo una progresión natural propenso a los cambios en la mentalidad de la sociedad moderna?

Los escépticos aun dirían que es un cambio para peor, y no hablo de los aficionados de ideas trasnochadas sobre los papeles tradicionales de cada género. Más que una vez he oído a alguien decir que aunque la comida casera, tradicional, es el dominio de las mujeres, para la comida innovadora y de alta calidad hay que llamar a un hombre. Quizás cuando se trata de la división de las tareas domésticas, algo que parecía tan importante para la progresión del feminismo, los antiguos prejuicios dominen: sí, la mujer puede hacerlo, pero el hombre lo hace mejor. Pero a mi modo de ver esa actitud es minoría, y el hombre joven andaluz en las cocinas Sevilla es una clara señal de su reconocimiento de la igualdad de género.

Normalmente, hacer algo típicamente femenino le da vergüenza a un hombre. Si un hombre vestido de mujer se ridiculiza es porque ser femenino está considerado, en muchos casos subconscientemente, ridículo. El hecho de que un hombre chef no se avergüence demuestra que cocinar ya es una tarea que se ve como unisex, cuando antes era un quehacer inferior, propio a las mujeres y los sirvientes.

Ahora cocinar es, tanto para los hombres como para las mujeres, un homenaje a la creatividad, y la cocina el lugar del culto, diseñado con cuidado, de estilo minimalista para que la comida juegue el papel principal. Apreciar la buena comida y el gusto de cocinarlo ya es un pasatiempo compartido entre hombres y mujeres, y un paso adelante en el camino hacia la complicidad e igualdad total que aunque sea pequeño, abre el apetito.